Parece ser que los
jóvenes nacimos en una época de “democracia” e “igualdad”, pero entonces, ¿a
qué se debe tanta violencia hacia las mujeres?, ¿de dónde surgen las cifras de
violencia de género entre la juventud?; ahora que la mujer tiene más derechos legales
que antes, ¿qué es lo que falla? Las
cifras de violencia de género entre la juventud son aterradoras, y lo son
aún más si le sumamos el conjunto de la población femenina.
En
todos los ámbitos de la sociedad podemos presenciar cómo se ejerce violencia
hacia las mujeres: lo sufrimos en la calle, en nuestras
casas, en los centros de trabajo y, claro está, en los centros de estudio. Es
aquí donde las mujeres nos formamos para saltar al mundo laboral, donde
sufriremos los trabajos precarios, la discriminación, la opresión, y la desigualdad
que, unido a la falta de recursos sociales, no hará de nuestra vida algo fácil.
Nosotras sufrimos duramente la crisis y la privatización de los servicios
públicos, donde el progresivo aumento de las tasas en la UAM y en el resto de
universidades públicas expulsará paulatinamente a la clase obrera de la
universidad.
Dentro del mercado
laboral, las cifras nos anticipan que ocuparemos trabajos feminizados o trabajaremos
por un salario inferior al de los hombres realizando el mismo trabajo, y eso si
trabajamos. Esto, junto al trabajo doméstico, gratuito, nos convertirá en
elementos clave para engordar las cifras de pobreza femenina.
Las propias instituciones
ideológicas, como es la UAM, tienen una postura clara frente a este asunto. El
día 8 de marzo, tanto la UAM como otras instituciones dentro del Estado
Español, preparan como de costumbre diversos actos y eventos para celebrar el
“Día de la Mujer” o, como lo denomina la UAM, el “Día Internacional de las
Mujeres”. En estos eventos centran su reivindicación en la igualdad de género
pero, ¿acaso todas las mujeres se encuentran en la misma situación? Desde luego
que no. Sin embargo, en ninguno de sus actos realizarán un análisis completo de
la situación de la mujer y sus causas, sino que nos perderemos entre palabras y
frases abstractas sobre la “igualdad”, la “tolerancia” o el “respeto”, dándonos
a entender que ya estamos emancipadas.
En el caso de nuestra
universidad, la conmemoración de este día responde al I Plan de Igualdad de la
UAM, aprobado por el Consejo de Gobierno en el año 2011, y la celebración de
los actos corre a cargo de la Unidad de Igualdad, una unidad contemplada por la
ley como una obligación dentro de las universidades españolas, quien se encarga
de organizar año tras año una “celebración” de esta fecha. Sin embargo, este
año volverán a repetir lo que dijeron años anteriores a pesar de que en este
curso académico la universidad pública, y en concreto nuestra universidad, se
encuentre en una situación diferente. Tenemos muy reciente el conflicto de la
cafetería de la Facultad de Psicología, que supuso un duro golpe para estos
trabajadores y trabajadoras, además de la lucha ejemplar e incesante de las
trabajadoras de la limpieza. Y esto son solo ejemplos de la amenaza que las
empresas privadas suponen para los trabajadores de los centros de estudios,
pues en todos los ámbitos de la sociedad el capitalismo saca sus garras. La
crudeza de este sistema está muy presente en la universidad, en la cual muchos
trabajadores y trabajadoras se encuentran en una situación de progresiva
precarización donde el decreto del 3+2 supone un ataque directo para todo este
sector de la universidad. Pero ninguno de estos casos va a tener protagonismo
en esta fecha.
De esta forma, vemos cómo
las tendencias pequeñoburguesas han penetrado en los muros de la universidad y
ha provocado una desvinculación total del 8 de marzo, Día de la Mujer
Trabajadora, con la clase trabajadora y, en especial, con la clase trabajadora
de esta institución. Como comunistas, es
nuestra responsabilidad analizar las condiciones materiales que han propiciado
esta desigualdad. Además, debemos visibilizar
y denunciar todas las actitudes machistas y reivindicar el 8 de marzo como el
Día de la Mujer Trabajadora.
No debemos luchar
únicamente por conseguir una igualdad formal, sino que hay que conquistar la
igualdad económica y social pues, como dijo Lenin, “la libertad ante la ley no
es la igualdad en la vida”. Como hemos podido comprobar, la democracia no ha suprimido la opresión de clase, ni tampoco la
opresión de género. En la única democracia en la que debemos creer es en aquella
que libere de la opresión a toda la clase obrera y, por ende, a la mujer
trabajadora. Por ello, no podemos
separar la lucha por la emancipación de la mujer de la lucha de clases. Nuestra
reivindicación por la emancipación de mujer debe convertirse en una
reivindicación obrera, donde hombres y mujeres libren esta batalla con el
objetivo de construir con sus propias manos la sociedad socialista que dará
paso a la emancipación de la mujer. Y para ello no existe otra alternativa que
la organización y la lucha. Nosotros, los estudiantes, debemos situarnos junto
a la clase obrera manteniendo como ejemplo a aquellas obreras que han luchado y
luchan por el derrocamiento del capitalismo y el patriarcado. La estrategia es
clara: unir las luchas para organizar
victorias.
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